Alberto José "Pepe" Robles
Inflación, crecimiento y redistribución de la riqueza
En la Argentina de 2010 hay que prestar atención a dos procesos concretos y su relación con la inflación: la redistribución de la riqueza y el crecimiento. En términos muy generales debe decirse que un proceso de alto crecimiento de la riqueza y de alta redistribución de la riqueza, contendrá fuertes tendencias inflacionarias. Esto es inevitable.
Aquí se produce un primer debate sobre "el modelo" económico, entre aquellos partidarios de crecer a "tasas chinas", aún con tasas de inflación relativamente altas (China tuvo una inflación de 2,7% mensual en febrero-2010) y aquellos pardidarios de crecer mucho menos, con el objetivo prioritario de evitar la inflación.
En general, la derecha tiende a dar máxima prioridad al objetivo de bajar la inflación, aún a costa de sacrificar el crecimiento y aumentar la pobreza, haciéndolo mediante las llamadas políticas de "ajuste", reduciendo salarios y el gasto público dirigido a redistribuir riqueza, y aumentando impuestos y el endeudamiento externo.
Pero hay que tener en cuenta que, en un país con mucha desocupación y mucha pobreza, sólo una alta tasa de crecimiento permitiría alcanzar niveles dignos dentro de un plazo prudencial.
Por ejemplo, en la Argentina, si se parte de una tasa de pobreza del 56% y una desocupación del 30% en 2002, a ojo de buen cubero, se necesitan tasas de crecimiento promedio del 8,5% durante al menos 20 años para volver a una situacion social similar a la que el país tenía antes del golpe de 1976 (casi pleno empleo, hambre y pobreza cercanas a cero y criminalidad bajísima). Con esa tasa del 8,5% de crecimiento, el país alcanzaría el nivel de riqueza de España en 2023 y el de Estados Unidos en 2031, pero si la tasa bajara al 5,2%, Argentina recién alcanzaría a España en 2081. (1)
Es decir, a las tasas de crecimiento que se han generado en el período 2003/2010, la Argentina podría comenzar a acercarse a un nivel de vida más o menos parecido al que la gente hoy pretende, hacia el año 2020.
Pero si el crecimiento baja al 5%, como tendencia, esas metas comienzan a evaporarse y a extenderse a lo largo del siglo XXI. Dicho de otro modo, si realmente se pretende terminar con la pobreza en un lapso prudencial y no irlo postergando para momentos que nunca llegan, es indispensable tener tasas del 7-9% anual durante lapsos prolongados. Y eso conlleva tensiones inflacionarias inevitables.
En realidad el crecimiento por sí solo no produce inflación, lo que sucede es que, cuando hay una alta tasa de crecimiento (como sucede en Argentina desde 2003 con una tasa promedio de más del 7%) es difícil que la inversión aumente al mismo ritmo. Esta diferencia de crecimiento entre la producción y la reinversión siguiente, tiende a generar inflación.
Es que si la inversión no sigue el ritmo de la producción del año anterior, hace que no aumente la oferta e incluso a que baje, si no se mantiene el stock de capital existente. Esto provoca que baje la cantidad o la calidad del producto, o ambas. El alto crecimiento aumenta la demanda y por ello debe ir acompañada del correspondiente aumento de la capacidad productiva (en tiempo y forma). Esto implica nueva inversión, por encima de la renovación del stock de capital existente, para responder a la mayor demanda.
Este proceso se tiende a agravar cuando se ponen obstáculos a la inversión especulativa o a la inversión depredadora (social y/o ambientalmente). Pero claro, aumentar la inversión facilitando la inversiones especulativas y depredadoras podrá tender a bajar la inflación, pero el precio social y ambiental que se paga es mucho mayor y con consecuencias negativas persistentes en el tiempo.
Otro fenómeno "depredador" que se produce cuando un gran crecimiento produce un aumento del ingreso de la población, es que las grandes empresas con poder de mercado se ven tentadas a "manotear" esa mayor capacidad adquisitiva que tiene la población, no mediante una nueva inversión que aumente la producción, sino mediante una simple remarcación de los precios.
Por lo tanto una parte fundamental de una política antinflacionaria que no recurra al "ajuste", es encontrar nuevas vías de inversión, recurriendo por ejemplo al sector cooperativo, a las pymes y al ahorro popular.
La segunda manera clásica de bajar la inflación es no aumentar el salario real, o aumentarlo de manera muy pausada y a largo plazo. Esto es aceptable en países con altos salarios, donde al trabajo le corresponde el 50% o más de la riqueza producida. Pero no es aceptable en países con bajos salarios, donde el trabajo recibe una pequeña proporción de la riqueza, como sucede en América Latina, la region más desigual del mundo. En Argentina, por ejemplo, hasta 1976, el trabajo recibía entre un 45% y un 50% de la riqueza total, con un pico histórico del 50,84% en 1954 y un 47% en 1973, seguramente superado en 1974, aunque a partir de ese año el INDEC dejó de realizarse este cálculo. (2)
Ese porcentaje se derrumbó bajó con la dictadura, para recuperarse un poco luego del retorno de la democracia, pero sin alcanzar el promedio de participación que el trabajo recibía antes de 1976, ubicándose en la década de 1990 en torno al 40%. La crisis de 2001 volvió a hacer retroceder la porción correspondiente al trabajo en el producto total, tocando fondo al comenzar 2003, cuando cayó al 34%. (3)
Por lo tanto, para llegar al 50%, en un país como Argentina (y en general en América Latina), en un plazo digamos de 15 años, con una tasa de crecimiento promedio del 8% y una desocupación del 8%, se necesita aproximadamente un aumento del salario real del 7% anual. Sin esto no hay verdadera redistribución de la riqueza y por lo tanto el crecimiento no va a la gente, sino a la clase alta. Pero esto también implica importantes presiones inflacionarias.
Por lo tanto, ya de por sí, un país que decida crecer a una alta tasa (por ejemplo 8% anual) durante un período prolongado (digamos 20 años), y con eso bajar la desocupación casi a cero, eliminar la pobreza y el hambre y llevar la retribución del trabajo al 50% (el otro 50% a los inversores y autónomos), necesariamente tendrá considerable presiones inflacionarias, con las que tendrá que convivir durante dos o tres décadas.
Notas:
(1) Burbridge, Martín (2007). "La clave está en la inversión. La Argentina podría alcanzar el PBI per cápita de EEUU en 25 años", Infobae.
(2) Consultora Equis (2006). "Estudio sobre distribución funcional del ingreso, brecha y coeficiente de Gini. Evolución año 1993-2ª semestre 2006".
(3) Consultora Equis (2006). "Estudio sobre distribución funcional del ingreso, brecha y coeficiente de Gini. Evolución año 1993-2ª semestre 2006".
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