lunes, 19 de julio de 2010

Manifiesto político de El Andén

Nuestra América exige que nos pongamos de pie
Manifiesto político de El Andén 
 
“…la nuestra es una arma chica, como los cuchillos que los gauchos
ataban a las puntas de las tacuaras con tientos del país. Con esa poca
cosa se hizo la patria y en cambio con otras mejores se apuntaló a los
que la vendieron. Con esta arma, chica, empezamos nosotros. Pero al
salir, saldrá cortando y haremos patria…” 
Arturo Jauretche 

 "Cada paso del movimiento real vale más que una docena de programas."
              Karl Marx 

Hoy América se está poniendo de pie. Nuestra América está librando una colosal batalla por su libertad. América está luchando, hoy como hace doscientos años, por ser independiente, libre y soberana. Y hoy nuestra tierra, de la mano de nuestras naciones hermanas, se está poniendo de pie con ellas, junto a ellas. 
Desde El Anden, metidos hasta la médula en el barro del presente, desde las  urgencias históricas que nuestro presente nos impone, llamamos a cada compañero y compañera a sumarse a este grito del subsuelo, a esta patria sublevada. 

Nuestra América 

Diferentes procesos destituyentes se hacen cuerpo en nuestra América, impulsados por los sectores más concentrados de la economía y el poder político, orientados  siempre al reajuste neoliberal. En este marco tuvieron y tienen lugar, por ejemplo, el golpe de Estado en la república hermana de Honduras y su fraguada recuperación democrática; el intento imperial por militarizar nuestra región; la avanzada de la derecha liberal agroexportadora en nuestro país que, en complicidad con los oligopolios mediáticos, no reconoce otro límite que su propio beneficio.  
Este intento de actualizar el proyecto neoliberal (proyecto de profundo contenido autoritario, fundado en y hacia la exclusión de las mayorías de nuestro pueblo), se orienta a desmantelar este proyecto de futuro independiente, libre y soberano que los pueblos latinoamericanos hemos vuelto a caminar. Este intento de actualizar el proyecto neoliberal no tiene otro objetivo que el de aniquilar esta nueva hora americana. 
Desde estos dolores que nos quedan, metidos hasta la médula en el barro del presente, sale este grito de guerra, este llamado a la batalla. Desde las  urgencias históricas que nuestro presente nos impone, los convocamos a defender y profundizar esta nueva hora americana. 
Los llamamos para acompañar a nuestro comandante Hugo Chávez Frías, quien desde la dignidad de un pueblo históricamente saqueado y oprimido está continuando el camino que Fidel y el Che nos marcaron, señalando el rumbo hacia una América sin explotadores ni explotados. Los llamamos para defender a los compañeros Evo Morales y Álvaro García Linera, cuyo gobierno expresa la dignidad originaria de Nuestra América profunda, con un presidente que representa la manifestación más genuina de su clase y el ejemplo inigualable de un vicepresidente leal a su pueblo. Los llamamos para acompañar al presidente Correa, al presidente Mujica, a los comandantes Fidel y Raúl Castro, todos ellos compañeros. 

Nuestra Patria 

Argentina no es ajena a este desarrollo histórico. Por vez primera en los últimos 35 años, nuestro país no se (des)dibuja como apéndice del viejo continente, como colonia de los viejos y nuevos imperios. 
Después de la fractura que significó el Terrorismo de Estado,  su proyecto neoliberal profundizado en el menemato condenó a nuestro pueblo al hambre y la expoliación. Apertura indiscriminada y desregulación del mercado, flexibilización laboral, privatizaciones, especulación financiera, crecimiento exponencial de la deuda externa, concentración oligopólica y desarticulación del aparato productivo nacional (que se reorientó hacia la producción de servicios casi con exclusividad), fueron sus rasgos salientes en lo económico. Desempleo estructural y su consecuencia de hambre, criminalización de la pobreza, concentración del ingreso, represión de la protesta social, apatía, individualismo, apoliticismo, tecnocracia, pizza con champagne y los viajes a Miami, completaban el cuadro. No hubo excluidos: la reproducción ampliada del capital financiero precisaba necesariamente de la reproducción ampliada de la pobreza y la indigencia, esa marginación absoluta e imprescindible para el capitalismo predador, “disciplinando” a cualquier trabajador que recordara que en esta tierra hubo una vez derechos. El Estado nunca se retiró: siguió allí, más presente que nunca, para garantizar la “libertad del mercado”, tanto que para ser libre, la libertad de mercado necesitó de un estado de sitio. 
Nuestra patria crujió, y aquel 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron un tajo en nuestra historia. 
A partir de allí, desde hace siete años, en nuestra tierra se vienen desarrollando batallas medulares: 
El enjuiciamiento efectivo a los genocidas y sus cómplices, cristalizando en políticas de Estado las demandas históricas de las organizaciones libres del pueblo, que lucharon y luchan por la memoria, la verdad y la justicia. La decisión política de construir una Corte Suprema de Justicia independiente, por primera vez en nuestra historia. Una política exterior orientada a la integración social, cultural, económica y política con nuestros hermanos latinoamericanos, abandonando las “relaciones carnales”, su sometimiento imperial y su humillación nacional. El desterramiento de palabras como “ALCA”, “riesgo país”, “ajuste”, “reducción del gasto público”; la fundación de la UNASUR, el rechazo a la intromisión militar, política y económica imperial en nuestra región. La implementación de la Asignación Universal por Hijo, primera política de Estado estructural de los últimos 55 años orientada a la distribución inclusiva del ingreso, que permite a millones de argentinos volver a pensar que tienen derechos, y a nuestro país, hacer retroceder la pobreza y la indigencia a los niveles de 35 años atrás. El aumento creciente del presupuesto en educación, que confina al pasado los recortes y ajustes cotidianos durante el más crudo neoliberalismo, aunque mucho falte para alcanzar el presupuesto necesario. La imperfecta Resolución 125, que puso en discusión, por primera vez en los últimos 60 años y desde el Estado, el destino de las rentas extraordinarias de la oligarquía parasitaria y sus oportunistas versiones neoliberales, los arrendatarios ausentistas y especuladores. La re-estatización de empresas privatizadas durante el menemismo, empresas de valor histórico estratégico para el desarrollo de un modelo productivo y no especulativo,  como la ex Fábrica Militar de Aviones en nuestra ciudad. La sanción del 82 por ciento móvil para los trabajadores universitarios, que recupera una demanda histórica de nuestros docentes. La decisión política de no reprimir la protesta social, de no reprimir ni a piqueteros ni a chacareros: en estos siete años no ha habido un solo muerto por represión de las movilizaciones populares en manos de las fuerzas de seguridad que dependen del Estado nacional (y sí los ha habido a manos de las fuerzas de seguridad provinciales, como el caso del compañero Carlos Fuentealba, muerto por luchar a manos de la policía neuquina de Sobisch). La sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual,  construida desde los movimientos sociales y las organizaciones populares,  que permitirá la reconstrucción de aquello que los grandes monopolios y los intereses mezquinos vinculados al Terrorismo de Estado le arrebataron a nuestro pueblo: la capacidad de pensar por sí mismo, la capacidad de un pensamiento crítico, democrático y plural. La recuperación de las paritarias laborales, esa instancia en la que el movimiento obrero organizado y sindicalizado discute salario y condiciones de trabajo, llegando a un número histórico de convenciones colectivas de trabajo. La re-estatización de los fondos de jubilaciones y pensiones, que desarticula uno de los principales negociados de la especulación financiera, que permite el financiamiento genuino y autónomo de políticas de desarrollo e incorpora a millones de jubilados al sistema de reparto, millones de jubilados que la complicidad entre el Estado neoliberal y el sistema privado habían condenado a no percibir ningún ingreso. 
Desde hace siete años en nuestra tierra se vienen desarrollando batallas medulares, pero todavía faltan muchas por librar. El combate último, aquel que nos permita fundarnos definitivamente como una patria libre, justa y soberana todavía no aparece en el horizonte. Por eso es necesario avanzar, y no retroceder ni un paso; avanzar con este gobierno o a pesar de él si es necesario. 
El pueblo argentino no puede ni debe permitirse titubear ante los combates que se libran hoy, cotidianamente, en cada mesa de café, en cada taxi, en cada marcha, en cada tapa de un diario. No podemos dudar ni dividirnos, porque del otro lado de la vereda no nos está esperando un modelo de país aún más justo, equitativo y democrático. Al frente está el rejunte amontonado de un seudo-progresismo oportunista, desencontrado y funcional, y la derecha. Una derecha que, viendo su intereses cuestionados, está dispuesta a recurrir (bien lo ha demostrado) a cualquier artilugio para frenar el avance, no de este gobierno, sino del conjunto del pueblo argentino hacia la conquista de su libertad, hacia las mejores condiciones posibles de nuestros trabajadores y trabajadoras, hacia la redistribución del ingreso, hacia la democratización de la información; en definitiva, hacia una nación para todos y todas. 
La derecha no es un fantasma. La derecha es un conglomerado de intereses y fuerzas históricas en franco reagrupamiento, dispuestas a no ceder ninguno de sus privilegios, conquistados a costa del hambre y la sangre de nuestro pueblo. Es esa derecha liberal agroexportadora que hoy insiste con su proyecto neo conservador de “reducción del gasto público”, que habla de “autoritarismo” cuando el Estado no se somete sin condiciones a sus demandas e intereses. La derecha no es un fantasma. Para recordarlo, ahí están Grondona,  Biolcati, el monopolio mediático, Morales y Bulrrich (funcionarios delarruistas responsables de 33 muertes en diciembre de 2001). Ahí está la boina ausente de Jorge Julio López; ahí está nuestra compañera Silvia Suppo, testigo en uno de los juicios por delitos de lesa humanidad, asesinada el 29 de marzo pasado, para recordarlo. 
No asumir estas contradicciones de forma organizada, no fundarse en la lucha social, cultural y política que empiezan a dar en nombre propio las grandes mayorías latinoamericanas, no asumir el momento histórico que nuestra patria atraviesa, es fortalecer, por vía de la inacción y la complicidad, el proyecto de un país para unos pocos, el proyecto de país de una derecha reaccionaria y oligárquica. 
No es este el momento para la comodidad o el eclecticismo. No es el momento de la pasividad ni de la observación. No es el momento del espectador ni del indiferente. Nunca hemos tenido, desde 1983 hasta hoy, un momento tan propicio como para apostarnos el cogote por una nación libre y no irnos con las manos vacías, viendo avanzar como nunca el imperio del hambre.
Importan un carajo hoy los apólogos del caos, esos tristes personajes que deambulan en el anhelo de la “agudización de las contradicciones”; esos payasos gritones cuyo dios es una ecuación de otro tiempo y lugar. No importan ellos, no le sirven a la liberación de nuestra América. Y no le sirven porque de tan apegados a transportadores y compases (tan como siempre, calcando análisis sin importar sobre que suelo se impriman) no construyen, destruyen: porque no están dispuestos a aceptar nada que no sea igual a ellos mismos. Y desde esa pedantería de “manual zobaquero” se dedican a vociferar cuestionamientos a los sujetos y movimientos concretos que están batallando por la liberación de Nuestra América, esos que están pariendo una nueva hora americana. 
No creemos en la política que se desprende de los manuales revolucionarios que pretenden avanzar con regla y escuadra. Creemos en la acción revolucionaria que avanza con los sucesos y acontecimientos contradictorios que pueblan la historia, esos que tercamente se niegan a encajarse en “lo que debería ser” un gobierno o un proceso emancipatorio. Porque la realidad es contradictoria y con ella todo proceso político, máxime aquel que tenga algo que ver con nuestro pueblo, a pesar de los vicios hermenéuticos de toda intelligentzia, que siempre hace y deshace en nombre de lo puro y la pureza (como si algo pudiera ser puro, y como si lo popular pudiera presentarse como pureza). 
Nuestra patria se está jugando la libertad. Ni más ni menos. La libertad. Esa libertad por la que han muerto ya miles y miles de argentinos. Miles y miles de hermanos americanos. No dirá de nosotros la historia que hemos sido, a causa de confundir el pino con el bosque, de aquellos que por acción u omisión no supieron aprovechar un camino que tantos elementos positivos tiene, para profundizarlo, para radicalizarlo al máximo, para relevarlo históricamente cuando haya llegado a su límite objetivo. 
Un camino que tampoco llega hasta donde deseamos; un camino limitado. Y por tal, nunca nuestro camino. Pero aún así, hoy, en nuestra patria, en nuestra América, en nuestro suelo, el mejor de los caminos posibles. No nos atamos a él. No somos kirchneristas. Nadie puede negar el carácter contradictorio del kirchnerismo; el propio kirchnerismo nos lo recuerda cotidianamente: ellos quieren la conciliación del capital y el trabajo, y no la destrucción del capital. Tampoco aceptamos sus limitaciones políticas, producto de aquellas limitaciones ideológicas, que importaron hasta el momento la negativa a conformar una estructura política desde y junto a las organizaciones libres del pueblo; y que, por el contrario, persiste en conformar alianzas pragmáticas con algunos de los representantes del más crudo neoliberalismo antipopular. Pero aun desde esas contradicciones, el kirchnerismo no sólo es el mejor de los caminos posibles, sino que, por los enemigos que supo conseguir, encarna las confrontaciones ineludibles de todo proyecto popular (no todas, es cierto, pero sí muchas de las más importantes). 
No nos sometemos a las limitaciones políticas e ideológicas del kirchnerismo, producto de sus propias contradicciones. Pero sabemos bien que la contradicción no se sacude como el polvo sino que se habita como momento de bullicio de la historia y que sólo se sale de ella, no por su terca negación, sino por su superación. 
Desde ahí nos constituimos en una izquierda nacional y popular. En una izquierda que aporta, que construye, que debate, que aprende porque se equivoca, una izquierda sin recetas definitivas, una izquierda latinoamericana. Una izquierda que no asume al Estado como enemigo, sino como el territorio de disputa donde los sectores populares debemos construir nuestras trincheras. Una izquierda que se reconoce en el Plan de Operaciones de Moreno, en los pardos y morenos que libertaron nuestra América; en la barbarie montonera denunciada por Sarmiento, en la “chusma” que acompañó a Yrigoyen, en los miles que metieron las patas en la fuente; en cada trazo de Martí, de San Martín, de Bolívar, del Che, de Tupac Amaru y Tupac Catari, de la Eva, de Artigas, de Jauretche, de Mariátegui, de Cooke, de Hernández Arregui. Una izquierda a la que no se le cae nada cuando sale a apoyar medidas progresistas del actual gobierno nacional, si eso significa dar un paso concreto de igualdad. 
Desde acá, metidos hasta la médula en el barro del presente, sale éste, nuestro grito de guerra, este llamado a la batalla. Desde las urgencias históricas que nuestro presente nos impone, los convocamos a defender todas las políticas del gobierno nacional que busquen las mejores condiciones de vida para nuestro pueblo, a militar la profundización de esas medidas bajo el horizonte de una patria liberada con mayor igualdad y justicia social. Y también desde acá los convocamos a criticar, a cuestionar con fiereza, desde la proposición y no la mera oposición funcional, aquello que se haya hecho contrariando a aquel horizonte, desde el veto a la Ley de los Glaciares hasta la Ley Antiterrorista; desde la continuidad de la menemista Ley de Educación Superior hasta la persistencia de la minería a cielo abierto amparada por los Estados provinciales y el Estado nacional. 
Y también desde acá los convocamos a construir la fuerza necesaria para todo lo que falta por hacer, que es inmenso. Porque de nada sirve el cuestionamiento a las limitaciones políticas e ideológicas del proyecto que hoy encarna nuestra Presidenta, si no trabajamos cotidianamente en la construcción de esa fuerza popular y profundamente democrática que nos permita superarlas. Y hacemos este llamado de coraje porque no estamos dispuestos a repetir la elección chilena, entregándoles un bastión más a la derecha imperial que mantiene sus trincheras en Perú y Colombia[1]. 

Nuestro suelo 

Acá, donde nuestros pies pisan, debemos empujar a la Universidad para que se constituya definitivamente en un bastión fundamental para la lucha popular. 
Debemos derribar las barreras que existen entre esta “alta casa” y las casas de las miles de barriadas argentinas donde sobrevive nuestro pueblo; entre las ideas que aquí pululan y la dura coyuntura de todos los días. Esta Universidad debe dejar de ser el hospedaje de una clase acomodada y la reproducción individualista de una clase media entreguista. Nuestra Universidad debe dejar de ser la fábrica de meros técnicos entrenados en la competencia y en el eficientismo descomprometido. Y debemos hacerlo nosotros y ahora. No tenemos otro tiempo ni otras condiciones. Pueden no ser las mejores, pueden distar de lo que verdaderamente esperamos, pero es lo que tenemos y es en este barro de lo real desde donde debemos construir la fuerza para conquistar lo que queremos. No podemos permitirnos el egoísmo ni la miopía de vociferar discursos de izquierdas y, en el mismo movimiento, sostener y acumular a la derecha, para la reacción. 
En ese camino, en ese horizonte de transformación, nacimos hace 5 años. Primero como agrupación estudiantil, con necesidad de juntarnos para transformar nuestra realidad cotidiana, donde nos encontrábamos: la Facultad, la Universidad. Como independientes, surgiendo desde la autonomía de las prácticas viciadas y tradicionales de una izquierda dogmática de la que nos distanciábamos en nuestro hacer concreto; diferencias que fueron madurando y se fueron profundizando, hasta ser hoy claras diferencias políticas. Nacimos desde el cuestionamiento al dogmatismo, desde una construcción horizontal creativa que multiplica desde la diversidad, donde cada quien aporta desde su especificidad, desde su lugar. No buscamos respuestas en principios o teorías predeterminadas, sino que las construimos en base al análisis de la realidad que nos toca, construyendo nuestra práctica política como la síntesis en una ética y una estética propias, situadas. 
Luego nos asumimos como una agrupación estudiantil de izquierda, una identidad que se fue definiendo en relación a  otras identidades, a otras izquierdas y al siempre ecléctico progresismo. Avanzando hacia la disputa por los espacios institucionales y gremiales, herramientas que aportan a la conquista de cambios y reivindicaciones que nos permiten construir otra universidad y otra sociedad, entendiendo al Estado como territorio de disputa y a nuestra construcción como construcción de hegemonía. Pensándonos como militantes populares: militamos desde nuestro territorio, la universidad, por y junto a todos aquellos que hoy no pueden estar en esta universidad. Distanciándonos abiertamente de La Bisagra, esa organización que pasó de ser compañera en la lucha a ser la expresión (más ineficiente) de la burocratización de la política; esa organización que pasó de ser referencia para muchos compañeros, a pedir certificados de pobreza para entregar becas de apuntes; a conducir en complicidad con la Franja Morada una Federación Universitaria vaciada sistemáticamente, que puso su bandera del lado de la soja en la disputa contra las patronales agropecuarias; La Bisagra, esa, cada día más morada y que hace de la esquizofrenia su lógica política, que se dice nacional y popular y que está al mismo tiempo con Pino Solanas, con el kirchnerismo y con la Franja. 
Hoy nos reconocemos como una organización política que trabaja cotidianamente para conformar un frente político que destruya al radicalismo en nuestra Universidad, que destierre su política tecnocrática de exclusión y mesas chicas, para que no exista ni un compañero más fuera de la UNC. Y a esa tarea convocamos a todas las organizaciones estudiantiles con las que, más allá de nuestras diferencias y dejando de lado mezquindades y oportunismos tan caros al movimiento estudiantil, acordamos programática e ideológicamente con ese objetivo ineludible que es el horizonte de fundar una Universidad verdaderamente pública, gratuita, masiva, popular y emancipatoria. Es aquí y ahora cuando debemos priorizar la unidad, una unidad que no le tenga miedo al conflicto sino que se fortalezca y organice a partir del mismo, debatiendo con gran madurez nuestras diferencias y coincidencias políticas, consolidando los acuerdos programáticos comunes y dejando de lado esas mezquindades con la que se regodea esa derecha que, bien sabemos, tampoco es un fantasma en nuestra UNC y está bien presente en sus estructuras, en sus lógicas cotidianas de funcionamiento. 
Hoy nos reconocemos como una organización política que trabaja cotidianamente para construir una herramienta política desde las organizaciones del campo popular de nuestra ciudad y nuestra provincia, una herramienta movimientista y programática que permita a los sectores populares ser actores fundamentales en la construcción de un proyecto propio, de un futuro construido desde sus problemáticas, sus intereses y sus necesidades.  
Nos refundamos hoy como hace ya cinco años, en una izquierda que sabe muy bien dónde está el enemigo, que no confunde a Foster con Majul ni a Kirchner con Menem. Una izquierda crítica, cuyo único objetivo, cuyo único horizonte, es la liberación de su pueblo. Y los llamamos a todos y todas ustedes a la constitución de una izquierda nacional y popular, una izquierda comprometida y real, que viva junto al pueblo, con el pueblo, desde el pueblo y por el pueblo. Los llamamos a que vengan a embarrarse con nosotros para construir entre todos y todas una patria digna de este pueblo que, lo sabemos, no anhela nada con mayor fuerza, con mayor deseo, con mayor voluntad que ser definitivamente libre. 
“…No ofrecemos un camino fácil, un panorama risueño, una mentira más. Ofrecemos a cada uno un puesto de lucha…". 
El Andén
Córdoba
Junio de 2010
[1] Porque como ya lo dijo Alberto Lapolla allá por mediados del 2008:
 “En última instancia las diferencias deberían ser diferencias dentro del Frente de Liberación nacional. Frente que hay que recordarlo, incluye a la burguesía nacional, y la burguesía nacional en Argentina después de su destrucción por Martínez de Hoz y el menemato, está en reconstrucción. El principio del Capital siempre es 'lodo y sangre', por eso es mafiosa, corrupta, vive del Estado y es poco nacional. Pero es la burguesía que hay, no es la de Gelbard, sino la de Mendiguren y Heller. Eso no excluye sino por el contrario, la lucha de clases, claro está. Por el contrario, nos obliga a levantar otro programa más radical y profundo, y que esa burguesía jamás llevará adelante. Pero para ello debemos crear las fuerzas políticas y sociales dispuestas a llevarlo adelante. Hoy no las tenemos. Para eso hay que estar dentro del proceso y no afuera, del otro lado de la raya. Es decir del lado de la oligarquía tirando piedras. Pero, y esta  es una razón muy dura, nada hay hoy a la izquierda de los Kirchner en lo real. Nada real existe construido a la izquierda. Podemos expresar ideas, proyectos, programas que se ubican a la izquierda de los Kirchner, eso es cierto. ¿Pero podemos aplicarlos? ¿Podemos llevarlos al gobierno? ¿Podemos disputar poder, en verdad? Por supuesto que no. Todo lo que está en condiciones de disputarle el poder al kirchnerismo está a su derecha, y se está uniendo para cerrar el pequeño camino de desarrollo que se ha recorrido desde la rebelión popular de diciembre hasta hoy. En particular quieren cerrar el retorno al crecimiento de la economía y del Estado que ambos gobiernos Kirchneristas lograron y vienen profundizando. Y eso es intolerable para el poder  oligárquico y multinacional de la Argentina sojizada y privatizada.
“Seguramente en la medida que el año avance las aguas políticas irán despejando más las cosas y quedará claro que, de un lado estará la oligarquía y sus aliados y del otro quienes apoyamos un proceso de cambio y transformación profundamente americano con un desarrollo nacional y popular, con las limitaciones que el tiempo y la organización popular irán resolviendo.”

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