Por Lido Iacomini
miembro del Movimiento Popular Patria Grande
A disgusto de la oposición, la política argentina no se desenvuelve solamente en los
ámbitos del Congreso (donde la derecha tiene poder de daño) sino que recorre escenarios diversos, propios, extraparlamentarios, la calle entre otros.Así, los comienzos de la primavera encontraron a las organizaciones populares movilizadas. Activas, reclamando por la pronta y plena vigencia de la Ley de Medios Audiovisuales. Preocupadas en la defensa de la voluntad democrática en Ecuador.
Compensaciones favorables, frente al módico triunfo obtenido por la “oposición desfinanciadora” en Comisiones legislativas como prolegómeno al tratamiento del 82% a los jubilados, al que debe agregarse el empiojado proceso electoral en la CTA, suma de obstáculos en el sendero hacia un triunfo legitimante en las elecciones del 2011.
Estos claroscuros traen a cuento la opinión de un compañero, desgranada mientras acomodábamos estandartes en Plaza Lavalle: “me preocupo cuando las encuestas nos dan ganadores. Este gobierno se pone en riesgo y comete torpezas cuando se siente suficiente y realiza sus mejores apuestas cuando, con el aliento del enemigo en la nuca, advierte que está en peligro”.
Ya que es así, no nos durmamos en dudosos laureles y analicemos impiadosamente los acontecimientos sucedidos. Lo que mostramos en Tribunales, arriba y abajo del escenario, no fue suficiente. Apenas logramos evidenciar que el activismo (ciertamente acrecido) no va a soltar prenda de lo conquistado y que somos concientes de que los triunfos parlamentarios –así como los electorales- se consolidan cuando el pueblo movilizado está dispuesto a imponerlos en la calle. Pero para ello, aún no hemos logrado ampliar suficientemente la base social y política de manera contundente.
Y llegado a este punto es ineludible que me refiera al discurso tan meneado de Hebe de Bonafini. Diré que coincido plenamente con el meditado y equilibrado artículo de Horacio González que se publicó el viernes pasado en Pagina 12, bajo el título “Hebe”. Creo en síntesis, que la táctica frente al posible revés que nos propinará la Corte Suprema si no le pone coto a las “cautelares”, debe ser inteligente y sutil teniendo en cuenta que este proceso es complejo y por ende confuso y en consecuencia nuestra tarea es el esclarecimiento.
Digámosno entonces qué pasa con esta Corte Suprema. Yo opino que decir, como lo hacen dirigentes de Proyecto Sur y Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora-, que ésta Corte es “de lujo” es un exceso irrealista e impolítico que encubre un filo crítico internista. La renovación de la Corte Suprema, llevada a cabo con amplitud política en los albores del gobierno de Néstor Kirchner, fue sin duda uno de esos lauros fundacionales y en diversos momentos esgrimido, con justicia, como uno de sus mejores logros. Lo fue efectivamente, contrapuesto a la larga historia de degradación institucional y especulaciones mezquinas que acompañaron las claudicaciones nacionales de las últimas décadas.
Pero de ninguna manera eso sustrae a la Corte del ejercicio y vaivenes de la política, porque sus integrantes están inmersos hasta el cuello en ésta tensionada lucha de intereses contradictorios y porque al menos algunos de sus miembros no dejan de ser parte de la corporación judicial. Vale decir que ésta no es un todo único e indiviso como lo demuestran –quienes luchan y quienes no- por llevar a término los juicios contra los genocidas. Pero resulta extraño que una organización destacada por su lucha tenaz por la vigencia de los Derechos Humanos afirme linealmente lo “de lujo” de la Corte Suprema cuando acaba de mostrar una de sus facetas vergonzantes en el caso Apablaza.
De la crítica al ataque a esta Corte hay una enorme distancia que sólo se puede recorrer con táctica. No obstante debemos comenzar a reconocer que medidas tomadas al inicio –u otros momentos- de este proceso político desnudan ahora sus limitaciones. Otras, hoy ponen en evidencia su carácter erróneo, aunque en ese momento al gobierno le parecieran (o incluso le fueran) necesarias, como los acuerdos con el grupo Clarín que condujeron a la renovación de sus licencias.
Pero sobre todas las cosas debemos discutir, comprender y asumir que las transformaciones estructurales regresivas producidas en la Argentina, al menos desde la implantación de la dictadura en 1976, pesan más que el plomo utilizado para imponerlas y ha llegado el momento de discutir que hacer con la concentración y la extranjerización de la economía, tanto como con la herencia del aparato judicial y de seguridad. Así, de ésta manera, fue como avanzamos contra la concentración mediática que culminó con la sanción de la Ley de Medios.
La reactivación del aparato productivo en la Argentina post 2001 implicó el aprovechamiento de la capacidad instalada ociosa por la caída recesiva del modelo neoliberal y el desenvolvimiento económico posterior se sostuvo, en esos límites, apenas incrementados por una inversión privada, nativa pero insuficiente y una activa participación estatal complementaria. Los cánones capitalistas en boga viraron hacia la heterodoxia pero dejaron intacta, hasta ahora, la fuerte concentración económica heredada. Avanzamos por los márgenes, aprovechando las partes blandas y los puntos débiles e indefendibles del enemigo. Eso estuvo bien, pero no nos fue tan bien cuando el gobierno atravesó fronteras, nada cuidadosamente, sobre las abultadas rentas agrarias.
Los “formadores de precios”, motores de la inflación, no se controlan, en permanencia de tiempos, ni con precios máximos ni indicativos y los índices INDEC no miden la sensación térmica. La oposición que cacarea contra las “mentiras” del INDEC no va a sincerar su defensa de los monopolios (lo demuestra su actitud hacia las leyes Recalde) en la medida que el gobierno avance (si nosotros lo demandamos) en el control de las arterias vitales de la economía.
La dinámica de la confrontación alimenta una polarización inevitable pero que no debe ser incontrolada, sino que requiere medidas calculadas para ensanchar permanentemente el campo propio y delimitar y disminuir el del enemigo. La Asignación Universal por Hijo atendió, en cierta e importante medida, la situación de los sectores populares. Pero también hay que cuidar que los sectores medios reciban visiblemente la acción del gobierno nacional. La teoría del derrame tampoco sirve para ellos, porque esta teoría no es verdadera. La reactivación económica primero y la preservación de la aguda crisis internacional después, fueron fruto de políticas acertadas pero se vieron limitadas por la estructura económica interna heredada. Y por distintas vías, una de ellas la inflación, los sectores dominantes se reapropian de buena parte de la renta resultante. Con urgencia indispensable una nueva Ley de Entidades Financieras podría servir para disminuir los usurarios intereses sobre los gastos con tarjetas de crédito.
Sabemos, porque lo hemos experimentado y en consecuencia convertido en patrimonio de la conciencia popular, que el mercado no es un justo asignador de recursos ni mucho menos un distribuidor equitativo de la riqueza. El estímulo al mercado interno, indispensable tal como lo postula el gobierno kirchnerista, debe complementarse con medidas como el control de las tasas de interés de las tarjetas, que constituyen un verdadero impuesto confiscatorio al consumo de los sectores medios y populares, pero que van a parar al bolsillo directo de la banca. Eso es posible convertirlo en medida visible y vivible para sectores esquivos al voto continuista, a la vez que engrosaría la capacidad de consumo interno. Valga como mero ejemplo del rumbo posible de las políticas económicas donde la problematización y ampliación de los frentes de conflictos pueden derivar en ampliación de la base de sostén de políticas públicas.
No hubo descanso
No habíamos digerido los resultados de la movilización por la Ley de Medios ni asimilado los traspiés en la elección de la CTA, cuando hubo que ganar la calle, alertas contra las amenazas golpistas en Latinoamérica: Ecuador y esta parte del mundo se vio conmovida por la asonada antidemocrática. En los análisis que ahora despuntan sobre los orígenes ocultos del intento golpista en Ecuador, del vigor, en esta etapa, de las agresiones desestabilizadoras en la región, de la presunta debilidad o fortaleza norteamericana bajo la era Obama y su cruce dialéctico con un nuevo paradigma regional, giran las imprecisiones y diferencias de enfoque, alimentadas por falta de rigor o modos de pensamiento anclados en clisés.
1º) Bajo la innegable importancia de la TV pública regional, en este caso Telesur, amplias capas de la población vieron en directo a los protagonistas sediciosos poner en riesgo al sistema democrático de una nación hermana y también la conducta valiente de un presidente, de la actual camada latinoamericanista, cuya vida corrió peligro con consecuencias imprevisibles. Esta experiencia vale y pesa más que cien discursos antichavistas y es parte de la educación popular.
2ª) La respuesta argentina, de su gobierno y su presidenta, junto a la del resto de los presidentes de los países del UNASUR, consolidan con energía la autonomía de la región, contribuyeron a eclipsar a la OEA, es decir relegaron como ajeno a los intereses del Conosur a los EEUU y le advierten sobre su disposición a no aceptar nuevas Honduras. Logran incorporar en este dispositivo a los presidentes de los gobiernos hasta hoy más comprometidos con los EEUU, hablamos de Santos, Alan García y Piñera. En esta crecientemente fuerte esfera de influencia se gesta un bloque o polo de poder emergente, señalando la decadencia de EEUU.
3º) Los golpes blandos, estilo Honduras, no serán aceptados y de nada valdrán los discursos pseudodemocráticos de los Porfirio Lobos. Alcira Argumedo, con quien no puedo compartir un análisis de la situación nacional, señala enfáticamente la decadencia norteamericana y advierte contra lo que llama el “síntoma derrota”, aludiendo al fracaso yanky en Irak y Afganistán que derivan en la posibilidad de una intentona de recomposición del dominio sobre lo que fuera su patio trasero, en el marco de una política de retroceso global. Semejante a lo que realizó EEUU tras la derrota en Vietnam. No pareciera irle bien en este caso, ya que contrariamente, ahora la región aparece preparada y crecientemente organizada para asumir protagonismos internacionales inéditos. La elección de Cristina Kirchner en la presidencia del grupo de los 77 + China, versión actual del Movimiento de países No Alineados y el previsible triunfo de Dilma en la segunda vuelta en Brasil, consolidan posiciones y dificultan los movimientos de los Halcones norteamericanos que vienen medrando hasta ahora con la debilidad de Obama.
4º) Desde esa dimensión ver la asonada golpista policial en Ecuador como una prueba, un ensayo de un golpe de mayor envergadura disociándolo de una debilidad norteamericana signada por la crisis global, recuesta en exceso el análisis valorando sus características primitivas cuando justamente éstas dibujan a la intentona como una parodia trágica de un final de época. Que tuvo al magnicidio como una hipótesis realista. Sea cual fuere y de quien fuere, hay responsabilidades norteamericanas en los hechos acaecidos que no suturan con las declaraciones antigolpistas de Obama y su Secretaria de Estado y por eso la decidida respuesta de los pueblos y gobiernos del UNASUR contiene. Las marcas del intervencionismo yanky condicionan los reflejos de toda la región, cargándolos con una fuerte convicción no sólo democrática sino también antiimperialista, en algunos casos explícita y en otros no, pero no por ello inexistente.
5º) Si en el punto 3 hicimos referencia al “síntoma derrota” del que habla Alcira Argumedo, en este haremos referencia a las teorizaciones que Alvaro García Linera, el brillante vice de Evo Morales desarrolla al describir los triunfos que obtuvieran en tres esferas como partes indispensables en el proceso de consolidación de la revolución boliviana. El triunfo electoral es decir institucional el triunfo en la movilización política y el triunfo militar frente a la intentona golpista. Es bueno recordar que también en el caso venezolano, Hugo Chávez consolida el proceso de transformaciones luego de los incidentes golpistas que lo condujeron derrocado al fuerte Tiuna y su posterior rehabilitación. Desde esa experiencia es muy probable que, facilitado por la derrota armada de los insurgentes golpistas y el lógico proceso de depuración que sobrevendrá, el poder de Correa se consolide y le permita profundizar el curso de la Revolución ciudadana en Ecuador.
6º) Así como el intento golpista en Ecuador desató una acción política del conjunto de la UNASUR, su resolución positiva tendrá efectos sobre todo el panorama latinoamericano y sus relaciones con EEUU. El triunfo de Dilma llega justo a tiempo, ya que no solo despeja incertidumbres sino que fortalece y consolida el papel central de Brasil en este proceso de cambios profundos que vive Latinoamérica.
Una bofetada final
Al momento de cerrar estas notas me llega la noticia de la resolución desfavorable de la Corte Suprema sobre la cláusula antimonopólica de la Ley de Medios (llamo así a la que otorga un año de plazo para que los monopolios se desprendan de las empresas cuya sumatoria la ley pasa a considerar inaceptable). De ninguna manera este fallo, esperable por otra parte salvo que ha sido unánime, cambia esencialmente las consideraciones formuladas.
Nos queda sí, formular el más vivo repudio, ratificando una vez más que sólo la movilización popular podrá garantizar un proceso profundo de cambios en nuestra sociedad. De allí a considerar que la organización popular trasciende, debe trascender, la coyuntura electoral no media más que un paso de lógica elemental.
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